En un mundo donde todo avanza rápido, la idea de perder peso en poco tiempo y sin esfuerzo puede resultar atractiva. De ahí surgen las llamadas dietas de moda o dietas milagro, que circulan en redes sociales, revistas y programas de televisión, ofreciendo resultados que en la mayoría de casos no tienen respaldo científico y pueden poner en riesgo la salud.
A lo largo de la historia, las personas han seguido distintos patrones de alimentación con el objetivo de alcanzar un ideal físico. Hoy, la presión por lograr un “peso ideal” ha impulsado métodos que eliminan grupos completos de alimentos, reducen de forma drástica las calorías o proponen combinaciones supuestamente milagrosas sin evidencia que respalde su eficacia y seguridad.
Entre las más populares encontramos:
– Hipocalóricas desequilibradas: reducen la ingesta a 500-1.000 kcal diarias, provocando déficit de nutrientes, efecto rebote y pérdida de masa muscular.
Al limitar tanto la energía, el cuerpo se adapta reduciendo el gasto calórico y aumentando la probabilidad de recuperar el peso perdido, en ocasiones con un mayor porcentaje de grasa corporal.
– Disociadas: evitan mezclar ciertos grupos de alimentos, como carbohidratos y proteínas, con la idea de “mejorar la digestión”.
No existe evidencia científica que respalde esta teoría, ya que la mayoría de los alimentos contienen naturalmente una mezcla de macronutrientes (proteínas, grasas y carbohidratos). La pérdida de peso que producen se debe principalmente a la reducción calórica y no a la supuesta “mejor digestión”.
– Excluyentes: eliminan por completo un macronutriente y se subdividen en:
– Monodietas: basadas en un solo alimento, como la de la piña, el pollo, la manzana, etc.
Aunque generan una pérdida de peso inicial, esta se debe a su bajo aporte calórico y no a propiedades “quema grasas” del alimento. La falta de variedad provoca carencias nutricionales importantes y problemas digestivos como diarrea, gases o cólicos.
El peso que se pierde con estos métodos suele provenir en gran parte de agua y masa muscular, no de grasa; lo que incrementa el riesgo de recuperar rápidamente esos kilos. Según datos de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas, el 69 % de quienes completan una dieta de este tipo vuelven a su peso inicial en menos de tres meses.
Lo que dice la ciencia:
No existe un efecto “mágico” detrás de estas dietas. Su aparente eficacia se debe a la restricción calórica, pero cuando se prolongan pueden provocar déficits de vitaminas y minerales, aumentar el riesgo cardiovascular, alterar la función renal y generar frustración. El llamado efecto rebote (o efecto yoyó) es frecuente y suele ir acompañado de un aumento del porcentaje de grasa corporal.
La verdadera clave para un peso saludable:
El camino no está en seguir la última tendencia, sino en adoptar un plan de alimentación equilibrado, variado y moderado, adaptado a tus necesidades y supervisado por un profesional. La evidencia muestra que los cambios sostenibles no solo favorecen la pérdida de peso, sino que mejoran la composición corporal, la salud metabólica y reducen el riesgo de enfermedades a largo plazo.